De narrador omnisciente, nos encontramos delante de una
novela diferente, si no única. En seguida se nos presentan los dos protagonistas:
un hombre y su hijo, en un mundo muerto y lleno de ceniza por causa
desconocida, que transcurren una carretera interestatal estadounidense huyendo
de un invierno letal.
La Tierra ha pasado
por una especie de Apocalipsis que no se acaba de determinar. Abundan los
caníbales, la crueldad, la muerte, la oscuridad, el frío y el silencio.
Y lo peor de todo es
que este silencio es la mejor noticia que se puede desear. Los bosques queman,
hay más cadáveres que seres vivos y una ceniza desoladora arrasa la faz de la
tierra. En medio de este mundo sin esperanza intentan vivir nuestros
protagonistas, cuyo nombre no se menciona en toda la narración. Y es mejor así,
la verdad. Algunas reseñas interpretan que es porque representan a la
humanidad. Sin embargo, a mi parecer es parte de las técnicas narrativas a las
que recurre el autor para transmitir al lector la sensación de soledad, frío e
incertidumbre. Por ejemplo, los breves diálogos que mantienen el hombre y su
hijo reflejan esa misma desesperanza y soledad disfrazado de inocente
optimismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario